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Los claroscuros del Colegio Williams

Los claroscuros del Colegio Williams

No existe nada más doloroso en la vida de una madre o un padre, que ver a su hijo sufrir de cualquier cosa, más aún si se trata de una enfermedad donde el dolor emocional o físico del menor, no está en sus manos controlar o frenar. 

Es indescriptible la impotencia, la desesperación, así como la fortaleza y entereza que los padres son —o somos— capaces de generar para dar la batalla. Es casi sobrenatural.

Pero enfrentar la muerte sorpresiva de un hijo, sabiendo que pudo ser evitable, que quizá fue producto de un descuido o irresponsabilidad, que quizá la capacidad de reacción de quien estaba ahí, no fue la óptima…

Y donde ya sólo queda enfrentar la realidad desde esa ira poco administrable y una ausencia que quedará presente para siempre, sobre todo para los padres, es demoledor.

Esta semana el caso del colegio Williams, en la Ciudad de México, con los reclamos de los padres de Abner, desgarrados a gritos en ese pasillo, lo describió con una claridad cristalina.

El padre del Abner dejó a su hijo en la escuela a las 7:30 de la mañana y sólo 2 horas después recibió la llamada que advertía la tragedia. Su hijo de 6 años había tenido un percance en la alberca del colegio durante la clase de natación. Abner ya estaba muerto.

Asfixia por sumersión describe el acta de defunción del niño y no hay hasta hoy una explicación clara de los hechos, por parte de las autoridades escolares.

La furia se apoderó no solo de la familia de Abner, también de otros padres de familia frente la inseguridad que les provocó ver a sus hijos vulnerados con los hechos y la reacción de las autoridades de la institución académica.

Ingresaron a las instalaciones de manera violenta, con gritos y consignas, exigiendo las explicaciones que merecen y se manifestaron cerrando vías, pidiendo conocer la verdad.

Por su parte un comunicado de la Autoridad Educativa en la Ciudad de México, informó sobre una investigación de la Fiscalía General de Justicia y anunció la suspensión de actividades escolares durante 3 días.

Dicha información fue replicada en otro escueto comunicado del Colegio, que manejó dicha suspensión como “tres días de duelo”.

Por su parte, el director de la institución, Juan Camilo Williams, lanzó un muy torpe mensaje en su cuenta de Twitter:

“El que es padre, me dará la razón que los niños son muy traviesos y poco podemos hacer cuando no hay una buena educación en casa”. Obviamente causó una gran indignación.

Dos días después la escuela señaló que había “usuarios falsos” usurpando la identidad de los directivos de la escuela, sin mencionar específicamente a ninguno.

La investigación se desarrolla en un evidente hermetismo por parte de la institución académica privada, lo que es comprensible, primero porque involucra la muerte de un menor, pero segundo, porque no es la primera vez que dicha institución se ve envuelta en una situación lamentable, de sospechosos silencios.

Volvamos en el tiempo:

2017. Tefany de 3 años ocho meses, fue abusada sexualmente por Abram Delgado Juárez. La niña era alumna del Colegio Williams en el plantel San Jerónimo donde se ubicaba el Kinder.

A las 2 de la tarde la pequeña solía ser trasladada en un vehículo escolar al plantel Mixcoac, para tomar una clase de psicomotricidad y con ello salir a la misma hora que sus dos hermanos (inscritos en la misma escuela).

Fue en el horario de esa clase donde su maestro de entonces 23 años ejerció agresión sexual en su contra en los baños de niñas.

“No debemos olvidar que los niños son mentirosos por naturaleza”, dijo entonces el representante legal de la escuela.

Mi colega, la periodista Yohali Reséndiz, siguió de cerca el caso, y entonces detalló en su reportaje que, Abraham era un profesor no titulado, con poca experiencia en el colegio y del cual no se informó a los padres que sería el responsable de esta clase en la que tenía contacto directo con los menores.

Dos años después, el Colegio Wiliams demandó a los padres de Tefany y a la periodista Yohali Reséndiz por 20 millones de pesos, por “dañar la imagen del colegio y su reputación”.

Pero el 8 de noviembre de 2021 llegó una sentencia condenatoria para el responsable del abuso sexual agravado. La pena fue de 9 años y 7 meses de prisión, sin derecho a beneficios ni sustitutivos. La escuela guardó silencio.

Lo ocurrido esta semana en el Colegio Williams es una tragedia, que prende una nueva alarma sobre problemáticas desatendidas en escuelas públicas y privadas, que exhibe indolencias y silencios, muchas veces con complicidades de autoridades permisivas y omisas.

Ojalá no sea éste un nuevo capítulo de ese rosario de injusticias…

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