La directora de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), Emer Cooke, advirtió que el objetivo inicial de las vacunas contra COVID-19 cuando fueron desarrolladas era “evitar muertes y casos graves”, y no necesariamente reducir contagios, ya que en sí es un objetivo difícil de establecer ante el surgimiento de nuevas variantes.
Cooke señaló que, durante los primeros meses de la pandemia, no se pidió a las farmacéuticas que priorizaran “específicamente el efecto (de las potenciales vacunas) en la transmisión como primer paquete para la autorización”, pero sí se les instó a “considerarlo como parte de las medidas de seguimiento” de las vacunas aprobadas, lo que en términos de efectividad es algo que se aprende una vez estos preparados se usan en una mayor población.
“Quiero ser clara, y recordar dónde estábamos cuando empezamos a buscar qué necesitamos de las vacunas y tratamiento. Era un momento en el que no teníamos nada, la gente se moría en la calle. Tengo esta imagen en mi mente de camillas y cadáveres en Italia, y cuando pienso en la pandemia, vuelve a mí (…) Pedimos a las farmacéuticas que priorizaran la prevención de enfermedades grave y muertes”, señaló Cooke.
No obstante, sí se observó un efecto en la reducción de los contagios en las vacunas autorizadas inicialmente, pero las “variantes cambiantes y el aumento de la transmisibilidad” hacen más complicado entender cuál es la situación real, según agregó Cooke, durante una audiencia en Bruselas ante la Comisión de Medio Ambiente y Salud Pública.
Además, señaló la pandemia como ejemplo de lo que “Europa puede hacer cuando trabaja junta”, puesto que las vacunas estaban disponibles a la vez en los 27 países europeos, después de pasar por “procesos de autorización rápidos” y con una “agilidad real entre los órganos de toma de decisiones” y los países, que abordaron “las necesidades de Europa en plena crisis”.
“Como necesitábamos seguir aprendiendo más sobre vacunas ARNm, solicitamos muchas caracterizaciones adicionales y estudios de estabilidad a las empresas, que han implementado, y estamos seguros de que los productos están bien caracterizados y podemos confiar en ellos”, agregó sobre las dosis de Pfizer y Moderna, basadas en esta tecnología de ARN mensajero.
Cooke recordó que la EMA también inspecciona las instalaciones de las compañías para asegurarse “no solo de que están haciendo lo que dicen que están haciendo, sino también de que tienen todos los registros, que está todo documentado, y que podamos confiar en el procedimiento”.
También subrayó la necesidad de seguir apoyando con recursos económicos el trabajo de la EMA y de las agencias nacionales competentes, y para “incrementar el número y las capacidades y posibilidades de los expertos” que hacen posible el trabajo de estas instituciones.
“Es algo que sentimos con el estrés adicional de los últimos dos años, cuando había una gran demanda de conocimientos en áreas específicas, sobre todo en enfermedades infecciosas, donde no tenemos a muchos expertos disponibles. Hemos identificado la necesidad de tener recursos flexibles para entrenar a gente que, quizás no sea necesaria todo el tiempo en nuestra red, pero a los que podemos recurrir cuando haya una crisis específica”, dijo.
Con información de EFE