Desde antes de mediodía empezaron a llegar las primeras mujeres a las inmediaciones del Monumento a la Revolución, quienes de inmediato se pusieron a colgar lonas, a lanzar consignas, a levantar tendederos de denuncia y a realizar algunos carteles de último minuto.
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No sólo de la periferia de la Ciudad, sino que también de municipios más alejados en el Valle de México, se podían observar los vagones de los distintos trenes de la red de transportes de la Ciudad de México llenos de una marea de mujeres ataviadas de verde y morado, cuidando que su pancarta no se les maltratara.
Los grupos de mujeres, jóvenes en su mayoría, se sonreían emocionadas entre ellas, fueran o no conocidas, pues ese día el ambiente propiciaba una energía en la que estaban unidas por una sola causa.
Las primeras en llegar, siempre puntuales y nunca ausentes, fueron las madres de las víctimas de desaparición forzada y feminicidio.
En un contingente más bien pequeño, las mamás de Fátima, Fernanda, Itzel y una desafortunadamente larga lista de más nombres, encabezaron la marcha hacia el Zócalo, entre gritos de consignas llenas de rabia, aunque sabiéndose acompañadas en su dolor por sus compañeras.
Más tarde, fueron numerosos los contingentes que partían del Monumento, uno tras otro, con luchas y motivaciones distintas, pero que todas se condensaba en una sola: la exigencia de justicia y respeto a los derechos de las mujeres.
Pronto, las vialidades Paseo de la Reforma y Avenida Juárez se vieron inundadas por los cánticos de la multitud de mujeres: “Porque vivas se las llevaron, vivas las queremos”, “verga violadora, a la licuadora”, “somos malas, podemos ser peores”, entre otras muchas.
Al calor de los cantos, los bailes, la música, los saltos ante la consigna “el que no brinque es macho” y el grito de “¡No está sola!”, dirigido a todas aquellas víctimas de violencia machista, las mujeres permitían vislumbrar la sororidad que fue sembrada no hace mucho a través de los años de lucha.
Al llegar al Zócalo, no tardaron en realizarse un gran número de actividades: bailes, tendederos, pintas, fogatas, rituales prehispánicos y todo aquello que para las mujeres asistentes no era sólo visibilización de la lucha, sino un acto catártico de su sentir. Autoridades capitalinas calcularon 90 mil asistentes.
DENUNCIAN REPRESIÓN
Como cada año, en algunos de los contingentes hubo la presencia del conocido Bloque Negro, que se encarga de intervenir los espacios públicos al paso de la marcha, ya sea pintando mensajes de lucha o rompiendo inmuebles.
A pesar de que esta vez los actos se limitaron en su gran mayoría en pintas y golpear con martillos las vallas, autoridades, tras los cercos de Palacio Nacional, no dudaron en lanzar gas hacia las manifestantes, quienes pronto tuvieron irritados ojos y garganta.
Así lo denunció en sus redes sociales la senadora panista Kenia Rabadán, con un video donde se le puede apreciar que tiene dificultad para abrir sus ojos, frente a Palacio Nacional. “Es terrible como están aventando gas lacrimógeno, se siente terrible y efectivamente, no estábamos haciendo nada”, declaró en la publicación.
Frases: “Todas las mujeres merecemos justicia y venimos a apoyar a las mujeres que ya no están con nosotros” Guadalupe, asistente a la marcha
“Lo importante sobre las niñas es que conozcan el trasfondo y todo lo que se vive desde la raíz, que sepan, principalmente para que entiendan y no vivan con ese temor” Anishay, asistente a la marcha
Autoridades contabilizan 90 mil asistentes
Por: Armando Yeferson
Autoridades del Gobierno de la Ciudad de México informaron que durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, se registró una asistencia de 90 mil personas, quienes recorrieron diversas calles y se congregaron en el Zócalo capitalino.
Las secretarías de Gobierno y Seguridad Ciudadana informaron que dieron atención médica a 37 personas, en su mayoría por insolación, golpes y torceduras, de las cuales 24 son mujeres policías, tres civiles y una oficial fueron trasladadas a un hospital por lesiones no graves. No se reportaron detenidas.
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